14 DE OCTUBRE DE 1944 nació el Padre Salvador Cafarelli, fundador de la Ciudadela Don Bosco y de FEDISAL.
Por Ricardo Bracamonte
El Padre Salvador Cafarelli supo adaptar de manera exitosa la pedagogía del Sistema Preventivo de Don Bosco a la realidad salvadoreña, especialmente en la visión de posibilitar educación de calidad a los niños y jóvenes más desprotegidos de esta sociedad.
Según sus propias palabras, “Alegría, estudio, práctica religiosa, paseos, teatro y música”, lo enamoraron del trabajo que Don Bosco había realizado con los niños y jóvenes más pobres de la Italia de aquel entonces. Tenía 12 años cuando ingresó al Aspirantado de Bagnolo a iniciar su profesión de sacerdote salesiano.
Movimiento, creatividad, alegría, reflexión y práctica religiosa, no contemplación religiosa, sino la religión puesta en función de hacer el bien en la tierra, son los primeros componentes de lo que podríamos llamar, la Pedagogía Cafarelli.
Don Bosco, forjador de la Orden Salesiana, creó el Sistema Preventivo en la educación y entre las áreas de trabajo contempló la formación de grupos juveniles. El padre Cafarelli cumplió a cabalidad. En la década de los 80, incorporó como parte de su trabajo, y como una necesidad urgente del país, la constitución de Grupos Juveniles de Don Bosco, tales como ESCOGE para los jóvenes de 18 años en adelante y EJE (ENCUENTROS JUVENILES EN EL ESPÍRITU) para los adolescentes. Lo planteó como “una nueva opción para generar confianza en los jóvenes y ofrecerles la posibilidad de pensar en un El Salvador en paz y con más justicia”.
Pero también el padre Cafarelli, tomando como guía el empuje que sus antecesores dieron a la educación técnica a través de talleres; incorporó a su alforja educativa otro elemento fundamental en el Sistema de Don Bosco: Los talleres, unidos a la formación humana e integral. ¡Cómo sirvieron los talleres en la reconciliación de las dos partes en conflicto luego de la firma de los Acuerdos de Paz! El Padre Cafa le dijo al personal de la naciente Ciudadela: “Tenemos que abrir nuestros corazones” para sanar el rencor y el odio de los desmovilizados de la guerra. Habían adquirido el compromiso de capacitar a más de seis mil ex cobatientes y ex soldados. Los juntaron, conversaron persona a persona, los escucharon (para algunos fue la primera vez que les oían su sufrimiento interno) y lograron lo que se puede considerar como la primera acción de reconciliación después de la firma de la paz en el país.
En los 80, los talleres eran para sastres pantaloneros, corte y confección, reparación de máquinas industriales, soldadura, carpintería, electricidad. Más adelante, el padre Cafarelli promovió los talleres computarizados y luego, a medida la Universidad Don Bosco fue creciendo, ya no fueron sólo talleres, sino facultades de aeronáutica, órtesis y prótesis con alta tecnología, la mecatrónica, Biomédica, el mantenimiento de aeronáutica y otros. ¡Los talleres habían dado un tremendo salto de calidad y se habían adaptado a las necesidades educativas actuales!
Pero, nos recuerda el Licenciado Héctor Quiteño, Director ejecutivo de FEDISAL, el padre Cafarelli no se preocupaba sólo de la educación académica o técnica; sino, de la formación en valores, de la formación espiritual del ser humano.
Simultáneamente –En El Salvador todo se da de manera simultánea- el padre descubrió otro bastión importante en la visión estratégica de Don Bosco: ¡El aporte fundamental de los bienhechores!
Sin duda alguna, durante toda su formación de novicio, debe de haberse dado cuenta del papel fundamental que jugaron Doña Beatriz de Estévez, Dr. Manuel Gallardo, Doctor Ramón García González y su esposa Doña Mercedes Peralta y La mamita Chus viuda de Herrera, en la consolidación de la institución salesiana en el país.
Don Bosco llamaba benefactores a las personas que generosamente le colaboraban; El padre Cafa actualizó el término y los llamó los empresarios, de la talla de Don Roberto Murray Meza, Don Salvador Simán y familia Simán, Los Poma, Bahaia, Alfaro, Tesak, Mejía, Montalvo, y otros, con quienes, como él lo dijo, dos años antes de fallecer, formaron un matrimonio pujante que procreó a nuestra FEDISAL y a la Ciudadela Don Bosco, la más grande institución educativa de Centroamérica; además, esta fusión salesiano-empresarial revitalizó la institucionalidad salesiana después del devastador terremoto del 10 de octubre de 1986. Por eso el Padre Cafarelli bautizó esta etapa posterior al sismo, como La Segunda Misión de los salesianos en el país. El padre Cafarelli manifestó con inusitado pragmatismo: Nosotros los salesianos damos la educación de calidad y los empresarios nos apoyan con los recursos sin los cuales nada podríamos hacer. (¡Esta fórmula debiera ser replicada en todo el sistema educativo salvadoreño! Y fundar una ciudadela en cada departamento del país. Seguramente tendríamos una transformación auténtica en la educación).
Any García, la asistente personal del padre Cafarelli, recordará con emoción y cariño que el padre Cafa supo amalgamar la alegría, la práctica religiosa, la educación técnica, el cariño y aporte de los empresarios con la fuerza del amor, componente fundamental del SISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO y que el padre Caferelli retomó como parte esencial de su vida y de sus actos cotidianos.
“Nos sentimos huérfanas porque el padre Cafa era como el Padre de la Ciudadela, el padre de todos”, dijo Any, luego del fallecimiento del padre ocurrido el 15 de abril del presente año.
Si miramos a las canchas, ahí está el sistema de retención de aguas que recoge el agua lluvia para luego regar jardines y espacios deportivos, inventado por él.
Si miramos a los Talleres, ahí está la presencia de la ayuda alemana e italiana, gestionada por el padre Cafa, junto con sus compañeros y con los empresarios.
Si miramos para la facultad de Aeronáutica, ahí se recuerda la anécdota del padre Cafa cuando, en uno de sus recorridos de madrugada, en bicicleta, chocó con un avión parqueado en las afueras de los edificios. “Soy el primer hombre que choca con un avión”, dijo bromeando, mientras le cosían la frente con 16 puntadas.
Siempre haciendo bromas, siempre feliz, especialmente en medio de sus achaques. No hay duda que la pedagogía del ejemplo es la mejor enseñanza.
Si veía que las reuniones se alargaban demasiado, decía que había que aplicar la ley del gorgojo: ¡ir al grano!
Si había que trasladarse de un lugar a otro en la Ciudadela: ¡la bicicleta!, además, le ayudaba a superar los problemas del aparato circulatorio.
Si había que anotar algo en el camino: en un pequeño cartoncito que andaba siempre el en bolsillo de la camisa, escribía la palabra clave: pozo, grama alta, vigilante dormido, puerta facultad. Luego llamaba a los implicados para resolver.
Si había que resolver una situación complicada de algún compañero, solía decir “hay que escuchar las dos campanadas” en alusión a tener en cuenta los dos lados del problema para encontrar una mejor solución, nos recuerda el licenciado Quiteño.
Kenny Girón trabajó en La Don Bosco y ahora está entre nosotros en FEDISAL y contaba de un elemento inherente al amor del Padre Cafa…El rigor. Lo recuerda bien cuando les pidió, con extrema urgencia, ya entrada la tarde, un diseño especial. Regresó tempranísimo el siguiente día a revisar la calidad del trabajo hecho, hasta en el último detalle.
Alegría, estudio, práctica religiosa, deporte, amor y rigor, matrimonio salesiano-empresarial y atento al detalle y a la macro gestión, los grupos juveniles, un poco de magia y buen humor y gran capacidad administrativa, hacen del Padre Cafarelli un auténtico seguidor de la obra y principios de Don Bosco, aquel santo que cuando joven, su madre le aconsejó un día: “Hijo, a tus niños les debes dar escuela para aprender y un patio hermoso para que se diviertan”. Aquel consejo, el padre Cafa lo plasmó en la Ciudadela.
Manuel Menjívar, un ex salesiano, amigo del padre Cafarelli, concluye emocionado, que estaba plenamente convencido de que si algo definía al padre Cafa era ser salesiano, era su marca, su carisma, su razón de ser.
Este día, el padre Cafarelli estuviera cumpliendo 75 años. Nuestro saludo, hasta la ciudadela celestial, donde seguramente estará haciendo magia para que los querubines se distraigan.